En las regiones altas de Cajamarca, Perú, cuando la cosecha de café está por terminar y el ritmo en las fincas comienza a calmarse, algo especial ocurre: llegan Los Shulkas. Este café lleva el nombre de la palabra quechua “Shullka”, que hace referencia al hijo menor de la familia, una figura querida, cuidada y simbólicamente especial. En este caso, es también una metáfora para el café que llega al final de la temporada, cuando la fruta ha madurado completamente bajo condiciones ideales.

El café que llega último, pero no tarde
Los Shulkas representa la recolección más tardía del ciclo agrícola. Las cerezas que conforman este lote han permanecido más tiempo en la planta, lo que se traduce en una concentración natural de azúcares y una mayor complejidad en taza. Se trata de un café colectivo, producido por pequeños caficultores de las provincias de San Ignacio, Jaén, Cutervo y Chontalí, en el departamento de Cajamarca.
Cultivado entre los 1.700 y 2.000 msnm, este café es el resultado de métodos tradicionales perfeccionados generación tras generación. El procesamiento sigue la técnica lavada, con fermentaciones que oscilan entre 12 y 16 horas, y un secado lento de alrededor de 15 días. Estas prácticas permiten preservar la limpieza del perfil, mientras acentúan la expresión frutal y la dulzura natural del grano.

En taza: fruta madura y dulzor andino
Los Shulkas es un café con carácter, ideal para quienes buscan complejidad sin perder balance. Su perfil ofrece notas claras a arándanos, melocotón amarillo, panela y chocolate con leche. La acidez es media, jugosa y agradable; el cuerpo se sitúa entre medio y medio-alto, aportando textura sin saturar. Ha sido tostado con un perfil omni, lo que permite disfrutarlo en espresso o en métodos de filtro.
La puntuación de cata de 85,5 puntos refleja no solo su calidad sensorial, sino también la atención al detalle y la coherencia entre los distintos orígenes que lo componen.
Tradición, paciencia y herencia cultural
Más allá de su sabor, Los Shulkas es un homenaje a las tradiciones del Perú rural. A la forma en que las comunidades campesinas entienden el tiempo, el cuidado por la tierra y el valor de lo que llega último, pero con más historia detrás.
Cada taza es una celebración de esa paciencia: de los caficultores que no se apresuran; de los frutos que maduran a su ritmo; y de una cultura que encuentra en los detalles más pequeños la esencia de lo extraordinario.

Disponible online y en tiendas físicas, solo mientras dure esta última y especial parte de la cosecha.