El origen de una tradición
En el estado de Karnataka, al suroeste de la India, se encuentra Chikmagalur, una región con más de un siglo de historia cafetera. Considerada el punto donde se introdujo el café por primera vez en el país, hoy combina tradición y sostenibilidad a través de proyectos familiares que apuestan por la calidad y el respeto por la tierra.
Las fincas Hospura y Ginimao son dos ejemplos de este nuevo enfoque. En ambas, los cafetales crecen entre árboles nativos que protegen los suelos, mantienen la humedad y ofrecen refugio a una fauna diversa: desde el loro Malabar hasta la ardilla voladora o el ciervo moteado.

KaadKaapi: café y conservación
Las fincas forman parte de KaadKaapi, una iniciativa que une a productores comprometidos con la conservación del ecosistema. El nombre significa “Café del bosque” en kannada, la lengua local, y su propósito es claro: demostrar que el café puede coexistir con la naturaleza.
Los agricultores de KaadKaapi aplican prácticas sostenibles como el uso de abonos naturales, la preservación de la cobertura forestal y la gestión responsable del agua mediante biodigestores. Este enfoque no solo protege la biodiversidad, sino que también contribuye a la estabilidad del suelo y al bienestar de las comunidades locales.
En palabras de sus productores, cultivar café aquí es también una forma de cuidar el bosque.

La experiencia sensorial
Chikmagalur es un café lavado elaborado con la variedad S-795, cultivada entre los 850 y 1.300 metros de altitud. En taza, ofrece una textura limpia y balanceada, con notas de chocolate oscuro, avellana tostada, caramelo, uva y un toque de pimienta.
Su cuerpo medio y acidez equilibrada lo hacen versátil y agradable, perfecto tanto para espresso como para filtro. Una taza que combina dulzor, estructura y un sutil carácter especiado que refleja la esencia de los cafés del sur de la India.
Más que café
Chikmagalur es el resultado de una relación respetuosa entre el ser humano y la naturaleza. Cada grano cuenta la historia de un ecosistema vivo, de productores que ven el bosque no como un recurso, sino como un compañero de viaje.
Una taza que nos recuerda que el futuro del café también puede oler a bosque, equilibrio y esperanza.

