Desde las altas montañas de Caranavi, en la región de La Paz, Bolivia, nace Los Rodríguez, un café cultivado entre 1,570 y 1,650 metros sobre el nivel del mar que encapsula la riqueza de su origen y el esfuerzo de una familia comprometida con la caficultura boliviana. Su historia va de la mano con Sol De La Mañana, un programa que ha impulsado la producción y la calidad del café en Bolivia, apoyando a pequeños caficultores en su desarrollo.
De variedad Caturra y procesado mediante el método Lavado, este café revela un cuerpo medio y una acidez media. Su puntaje de 85 en cata refleja su gran calidad, con notas dulces de panela y caramelo, la frescura cítrica de la naranja y un sutil toque de chocolate. Gracias a su tueste omni, se adapta a distintos métodos de preparación, resaltando su complejidad y profundidad en cada taza.
Los Rodríguez es el resultado de un sistema sostenible en el que las fincas también cultivan cítricos, plátanos, madera y crían gallinas, fomentando la biodiversidad y el equilibrio ecológico. Dentro de Caranavi, en la comunidad de Villa Rosario, alrededor de 30 a 40 familias cultivan parcelas de 1 a 4 hectáreas, donde el café se produce en un entorno ideal de suelo, clima y altitud, garantizando una calidad excepcional.
Cuando la familia Rodríguez estableció sus propias fincas en 2014, comprendieron que su responsabilidad iba más allá de sus tierras. Con la producción en declive y muchos caficultores abandonando sus cultivos, el café boliviano estaba en riesgo. Decidieron actuar, no solo para preservar la caficultura, sino para mejorar la vida de quienes la mantienen viva. Así nació Sol De La Mañana, una escuela para productores de café con un programa de 10 años que abarca desde el cultivo hasta la gestión financiera. Más que una iniciativa, es un compromiso con el futuro del café en Bolivia, basado en la esperanza, el conocimiento y la comunidad.
Desde entonces, Sol De La Mañana ha transformado la vida de más de 100 pequeños productores en regiones como Uchumachi, Copacabana, Villa Rosario y Bolinda. Gracias a este esfuerzo, la productividad ha aumentado de 2-4 sacos por hectárea a 20 sacos por hectárea, aumentando su productividad en un 200%. Esto ha permitido que los caficultores no solo vivan de su café, sino que prosperen. Además, el programa les ha enseñado a enfocarse en la calidad en lugar de la cantidad, evitando una expansión descontrolada sin un adecuado manejo de la producción.
Pero este programa va más allá del café; es un movimiento que fortalece familias, recupera tradiciones y devuelve a los jóvenes la ilusión de cultivar la tierra. Se basa en tres pilares fundamentales: sostenibilidad económica, compromiso social y conciencia ambiental. Enfrentando desafíos como la pandemia de 2020, los productores aprendieron a adaptarse, podaron sus cafetales y sembraron nuevas variedades, asegurando que Bolivia siga siendo un país de café excepcional.
Cada taza de este café no solo lleva el sabor del esfuerzo y la pasión, sino también la historia de una comunidad que se niega a dejar que su legado se pierda. Sol De La Mañana no solo ha rescatado el café boliviano; ha devuelto la esperanza a quienes lo cultivan, y este café es la prueba de ello.
